Curricaneo
Entre las memorias agridulces de mi niñez tengo algunas frescas y claramente vividas como si pudiera tocarlas, verlas, y respirarlas aun después de tres décadas, son vigentemente nuevas solo con cerrar mis ojos.
Uno de esos recuerdos con mi padre son las tardes de pesca, casi todos los días, mejor dicho todos los días cada uno de ellos, tomábamos la bolsa tejida de nylon llena de carretes de cuerdas de pesca, dedales de cuero, botecitos con plomada, guantes y muchos anzuelos de todos tamaños, que eran nuestras herramientas para el arduo trabajo de la pesca a mano, y aclaro a mano, porque no usábamos caña de pescar que eso era demasiado lujo, demasiado caro para nuestra economía, además que era el único empleo que mi padre tenia, y el mar le daba gustosa su fruto, y así rumbo al cascajal que era el punto ya frecuentado por años a la misma hora, 5 y media o seis de la tarde, para ver a mi padre lanzar una y otra vez ese pececito artificial que el mismo confeccionaba con un palo de escoba perfectamente tallado como un pez, pintado con pintura de las uñas, y unos pequeños anzuelitos que fungían como carnada, así el pez grande se come al chico, seguro un pez grande buscaba el bocado de esa tarde al ponerse el sol, sin saber que seria el platillo de un restaurante chino, que era donde nos compraban el producto de nuestro esfuerzo, y digo nuestro producto porque me tocaba hacer parte del trabajo de pesca que después narrare con detallada descripción.
Así al ponerse el sol, sobre esa playa llena de piedras de cascajo pulidas por la erosión de las olas, que daban el nombre a la playa que nosotros mismos habíamos bautizado como el ¨cascajal¨ por todo tipo de piedras miles, millones creo yo, encontraba un sin fin de pequeños y extraños objetos que el mar desechaba, desde objetos de pesca, huesos de peces que nunca podría descifrar de que especie serian, además de otras figuras que nunca pude reconocer, por ser un niño como de 8 años, con una imaginación que contagiaba, podría haber jurado que eran huesos de ballena o hasta sirenas, así que en ese lugar tan recóndito porque teníamos que bajar una pendiente bastante peligrosa por unas vereditas que remataban en un precipicio con olas furiosas que después estrellaban sobre los riscos, allí abajo nadie se atrevía a bajar era bastante arriesgado, bajar escalando, pero subir con un pez de 10 o 12 kilos lo era mucho mas.
Las horas de la puesta de sol eran hermosas, los colores que pintaba el cielo, ese lugar tan exclusivo, tan salvaje, donde las olas explotaban con toda su fuerza sobre rocas milenarias que igual fuertes soportaban todos sus embates, y la brisa del mar que refrescaban la tarde con un perfume a sal de mar me llenaba de orgullo por mi espíritu aventurero, además por tanta belleza natural, mi ciudad natal, y mi paraíso privado además de sentirme protegido por mi padre ese hombre que podía ser fácilmente un hombre para amarse y aprenderle y también un hombre fácil de rechazar y odiarse, tenia esa cualidad de ser extremoso, pero al verle experto en la materia de la pesca y conquistarla con un bello ejemplar, grande, carnoso y fácilmente comercial sabia que era un hombre para enorgullecerse de el.
Así que esa noche esperábamos una luna llena y el tenia la seguridad que seria una buena noche de pesca y que no solo tomaríamos del mar una bella curvina de 12 kilos sino que traeríamos dos o tres grandes ejemplares, y yo lo creía, tenia un sentido agudo en cuanto a mareas se refiere, a lunas llenas y menguantes, aguas turbias, olas bravas, mareas rojas, aguas picadas, vientos alevosos y cosas de alta marina, que yo aprendí solo en teoría, así que esa noche la luna era grande, plateada y esplendorosa que bañaba todo el océano frente a mis ojos, era gigantesca o eso me parecía después que mi padre me dijo que era luna grande, así que el convencido de ser buena noche yo lo creí sin dudarlo dos veces, el lanzo su curricán, o rápala así se le llama al pececito artificial, y una vez tras vez yo lo vi optimista y después tomo el curricán mas grande, entre mas grande, esperas un pez mas grande para sacar, y cambio de cuerda, escogió la mas gruesa eso quería decir que estaba sacando su artillería pesada, mi único trabajo era tener en mi mano un palo largo en mis manos con un garfio para ayudarle a sacar al pez que por pesado podría romper la cuerda ese era mi trabajo además de cuidar al pez una vez afuera para que de los saltos no cayera otra vez al mar, después lo mas difícil ayudar a mi padre subirlo por esa montaña que ahora entiendo que eran como unos 80 metros o mas de subida en zigzag, entre riscos, un caminito que pasaba por pequeñas grietas donde anidaban murciélagos que al pasar salían en estampida, en esa parte deberías estar alerta para no perder el equilibrio y caer sin remedio.
Volviendo a la jornada de esa noche que prometía ser grandiosa, las olas daban su batalla, se alzaban mas grandes que de costumbre y una tras otra reventaban contra las piedras, donde parado mi padre hacia su trabajo, su trabajo no era fácil pero en sus ojos brillaba una chispa de coraje y excitada emoción optimista yo sentado detrás de el como a unos dos metros sobre una roca grande miraba el repetido movimiento de lanzar el sintético pececito y jalar haciendo movimientos con su mano para que el inanimado pececito fuera posible carnada de un hambriento y feroz pez curvina, y así después de llegar y lanzar el señuelo por décima vez sintió en sus manos la fuerza de un pez grande, muy grande dijo el, al no usar caña, solo el pulso y su experiencia allí es donde radica la estrategia del ¨curricaneo¨ jalar para acercar al pez y al ver que la fuerza del pez es tal, tendrás que soltar cuerda todo lo suficiente que sea necesario para que el pez pueda de nuevo venirse a la orilla así entre dar cuerda y jalarla se lleva una lucha de vida o muerte, muchos factores pueden estar a favor del pez, una corriente, una ola, una cueva para meterse, o simplemente el pescador tensando la cuerda puede romperse, o simplemente equipo inadecuado o viejo puede hacer que el pez pueda seguir su vida sin ser un platillo sobre la mesa.
La lucha seguía yo veía que era efectivamente grande y mi padre sabia que el peso del pez no correspondía al de su cuerda así que prefirió bajarse del la roca para hacerle frente al salir…pero fue muy tarde el pez fue mas grande y fuerte y rompió la cuerda.
El con un coraje y diciendo maldiciones se regreso mojado y obviamente con la adrenalina al tope, preparando de nuevo su nueva carnada, sabiendo de antemano que ese espécimen estaría hambriento y regresaría por mas, - esta será una gran noche-…dijo entre dientes mientras se forzaba la cuerdas para probar de nuevo su resistencia y que no pasara lo mismo, así que se dio la vuelta y se dirigió al horizonte con nuevos bríos y ganas de que el gran pez tomara de nuevo su carnada y lanzo lejos, muy lejos el nuevo pez pintado con pintura rosa de las uñas robado de la cajita de cosméticos de mi madre, la verdad fue que esa noche fue mágica, la recuerdo como si hubiera sido la noche de anoche, las olas estaban enojadas, grandes y violentas, mi padre con una emoción que no podía ocultar, después del primer intento salio una curvina pequeña como de unos 6 kilos era obvio que no era la anterior, la saco sin mucho entusiasmo, quería a la primera que había mostrado su fuerza y su poder, me aventó esta curvina que para mi era enorme y la puse en un lugar que hacia una lagunita natural y allí las cuidaba para que con los saltos no se me escapara y la cuidaba picándole los ojos o poniéndole un palo en el hocico para que lo mordiera, de repente lo escucho a lo lejos – esta si es – y corrí a tomar el palo garfio que era indispensable para subirla sin que se rompiera la cuerda, el estaba contento maldiciendo, de esas maldiciones que son solo de gusto, el combinaba muy bien las malas palabras, así que corría de un lugar a otro, sabia que era la misma, sentía el mismo peso en el pulso de sus manos, y yo veía que la cuerda corría rápido de un lugar a otro hacia el fondo oscuro del mar y vi como en sus manos el guate que usaba para que no le cortara la cuerda la mano, ya había llegado a su carne y había cortado irremediablemente, el guate de cuero y se llenaba de sangre y le dije…-Tienes sangre en la mano-, me dijo ya se, pero sus ojos estaban fijos en la cuerda tensa que ya se perdía en las aguas profundas del mar, no se si le dolía la herida, pero a mi si me dolió, veía mucha sangre que corría por su brazo, como a unos 8 metros vi la cola del pez si era grande, muy grande creo que era como una ballenita, y venia directo a nosotros, el la vio y se lleno mas de una adrenalina que le llenaba sus grandes ojos saltones que eran muy característicos de el, parecía que le crecían mas los ojos, o se le saltaban mas, y otra maldición mas en volumen aun mas alto, esta si llevaba coraje y frustración,….se encuevo – esto significaba que el pez aun, no pescado, podría quedarse allí una hora, dos, un día completo, antes de salirse del atolladero, sabia que estaba aun sujeto por la cuerda lo sentía, pero estaba atorado, la estrategia es esperar, esperar que se canse el pez, dejarlo que se rinda, o quizás morirse antes que salga de la cueva.
Mi padre sin dejar de tensar la cuerda me habla y me deja la cuerda entre los dedos y me dice.. tómala, no la sueltes nada- …pude sentir el movimiento del pez cada movimiento, cada coletazo y su desesperación por zafarse del anzuelo que lo lastimaba, lo sentía como si fueran las ultimas pulsadas de su desesperado corazón, después de encender un cigarrillo delicado, y sujetarse un trapo sobre su herida tomo la cuerda que ya empezaba a dar señales de querer salir del agujero, así que después de dar un movimiento salio y empezó de nuevo el jaloneo, que mejor dicho en el argot marino se dice ¨Curricanear¨ …darle cuerda al pez al sentirse tenso y jalarlo cuando el pez afloja, el curricaneo es una técnica, que después seria aplicado en otros menesteres de mi vida.
Después de unos minutos de curricanear el gran pez asoma su cabeza que para mi era enorme yo la esperaba con el garfio afilado y atinadamente puse el garfio justo en las agallas para darle menos tensión a las cuerdas y no se reventaran lo saque como ya sabia y vimos salir un pez, ahora pescado, vigoroso y nervioso daba coletazos fuertes, y con destreza mi padre lo sujeta para subirlo y yo sin soltar el garfio lo levantamos era enorme y de color grisáceo brillante, grande como casi metro y medio, pesado y con un gran hocico que parecía molesto, mi padre busco otras heridas que no fueran recientes para saber si era el mismo que le había robado el primer curricán y no encontró rastros de ser el mismo, así que se dio a la tarea de prepararse de nuevo para ir a la batalla, sabia que el otro seguía por allí en algún lugar del mar merodeando.
Después de treinta minutos de lanzar su currican no tubo rastros de vida, y las olas estaban cada vez mas altas, y mas bravas, así que allí juntos, mi padre y yo soportábamos las furiosas olas que parecían entender que le robaban la vida en cada una de sus especies marinas que mi padre pescaba, y la marea seguía subiendo y el ruido de las olas era cada vez mas estruendosa con el impacto de los riscos, además oscurecía y nos faltaba la subida de la montaña rocosa con dos pescados grandes y pesados, después de llegar a la cima, estaba un especie de mirador para los enamorados que entre el sonido del mar, la luna plateada de frente pintando el océano abierto, y el sonido de los besos, algunos enamorados y otros mirones y turistas seguían nuestros pasos, además de la puesta de sol y luna, vieron la tarea diaria de un padre e hijo buscando el sustento de cada día abajo en las filosas rocas, llegando al tope con las dos curvinas la primera muerta y la segunda aun aleteando, pudimos recibir una gran ovación de aplausos, que de seguro habían seguido cada uno de nuestra hazaña desde sacarlas y subirlas por la montaña no se por cual de las dos hazañas nos aplaudieron mas, la de pescarlos o escalar las montaña, pero bueno fue gratificante, incluso algunos gringos o canadienses sepa la bola que son iguales para mi, se tomaron fotos con nosotros y los trofeos, mi padre vendió el fruto del mar a muy buen precio y yo aprendí el arte de curricaneo, donde solo daría cuerda cuando el amor lo demandara.
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