domingo, 20 de marzo de 2011

EL CURRICANEO



EL CONFESIONARIO

Entre las memorias agridulces de mi niñez tengo algunas frescas y claramente vividas como si pudiera tocarlas, verlas, y respirarlas aun después de tres décadas, son vigentemente nuevas solo con cerrar mis ojos.

Uno de esos recuerdos con mi padre son las tardes de pesca, casi todos los días de mis años desde los 7 a los 10 años, mejor dicho todos los días, cada uno de ellos, tomábamos la bolsa tejida de nylon llena de carretes de cuerdas, dedales de cuero, frascos con plomadas de diferentes pesos, guantes y muchos anzuelos de todos tamaños, que eran nuestras herramientas para el arduo trabajo de la pesca a mano, y aclaro a mano, porque no usábamos caña de pescar, que eso era demasiado lujo, demasiado caro para nuestra economía, además que era el único empleo que mi padre tenia, y el mar ofrecía su recompensa y  así rumbo "al cascajal" que era el punto ya frecuentado por años a la misma hora, 5 y media o seis de la tarde, para ver a mi padre lanzar una y otra vez ese pececillo artificial que el mismo confeccionaba con un palo de escoba tallado como un pez, pintado con pintura de las uñas, y unos pequeños anzuelitos que fungía como carnada, así el pez grande se come al chico, seguro un pez grande buscaba el bocado de esa tarde al ponerse el sol, sin saber que seria el platillo de un restaurante chino, que era donde nos compraban el producto de nuestro esfuerzo, y digo nuestro esfuerzo porque me tocaba hacer parte del trabajo de pesca que después narrare con detallada descripción.

Así al ponerse el sol, sobre esa playa llena de piedras de cascajo pulidas por la erosión de las olas, que daban el nombre a la playa que nosotros mismos habíamos bautizado como "el cascajal ", por todo tipo de piedras, miles, millones creo yo, encontraba un sin fin de pequeños y extraños objetos que el mar desechaba, desde objetos de pesca, huesos de peces que nunca podría descifrar de que especie serian, además de otras figuras que nunca pude reconocer, por ser un niño, con una imaginación fantástica, podría haber jurado que eran huesos de ballena, incluso de sirenas, y con cada objeto que encontraba imaginaba historias, completas que bien podrían ser cuentos, o películas, novelas, así que en ese lugar tan recóndito porque teníamos que bajar una pendiente bastante peligrosa por unas vereditas que remataban en un precipicio con olas furiosas que después estrellaban sobre acantilados, allí abajo nadie se atrevía a bajar era bastante arriesgado, si caíamos por un accidente, o un resbalo de seguro el rescate seria muy arriesgado, y de seguro bajar escalando ya tenia riesgos, pero ademas, subir con un pez de 10 o 12 kilos lo era mucho mas arriesgado.

Las horas de la puesta de sol eran hermosas, los colores que pintaba el cielo, eran dignas de una obra de arte, y seguro que lo eran aun las registro en mis memorias, con detalle incluso el olor de la brisa marina y temperatura, ese lugar tan exclusivo, tan salvaje, donde las olas explotaban con toda su fuerza sobre rocas milenarias que igual el mar violento impactaba fuerte, ellas soportaban todos sus embates, una y otra vez y la brisa del mar que refrescaban la tarde con un perfume a sal de mar, me llenaba de orgullo, y descubrí espíritu espíritu aventurero dentro de mi, además por tanta belleza natural, que reventaban mi imaginación, era mi ciudad natal, y mi paraíso privado, además de sentirme protegido por mi padre ese hombre que podía ser fácilmente un hombre para amarse, aprenderle y también un hombre fácil de rechazar y odiarse, tenia esa cualidad de ser extremoso, pero al verle experto en la materia de la pesca y conquistarla con un bello ejemplar, grande, carnoso y fácilmente comercial sabia que era un hombre para enorgullecerse de el, solo por esa temporada que esta de estreno.

Esa noche esperábamos una luna llena y el tenia la seguridad que seria una buena noche de pesca y que no solo tomaríamos del mar una bella curvina de 12 kilos sino, que traeríamos dos o tres grandes ejemplares, y yo lo creía, tenia un sentido agudo en cuanto a mareas se refiere, o al menos eso creía, a lunas llenas y menguantes, aguas turbias, olas bravas, mareas rojas, aguas picadas, vientos alevosos y cosas de alta marina, que yo aprendí solo en teoría, así que esa noche la luna era grande, plateada y esplendorosa, que bañaba todo el océano frente a mis ojos, era gigantesca o eso me parecía, después que mi padre me dijo que era luna grande, así que el convencido de ser buena noche, yo lo creí sin dudarlo dos veces, el lanzo su curricán, o rápala, así se le llama al pececito artificiales a la ación de tirarlo y sacarlo una y otra vez se le llama curricaneo, y una vez, tras vez yo lo vi optimista, después cambio el curricán por otro mas grande, entre mas grande, esperas un pez mas grande para sacar, y cambio de cuerda, escogió la mas gruesa eso quería decir que estaba sacando su artillería pesada, mi único trabajo era tener en mi mano un palo largo en mis manos, con un garfio en la punta para ayudarle a sacar al pez, que por el peso podría romper la cuerda, ese era mi trabajo además de cuidar al pez una vez afuera, para que de los saltos no cayera otra vez al mar, ya que las piedras húmedas y resbaladizas podrían ayudarle a escapar, ademas que el espacio no era muy amplio, después lo mas difícil ayudar a mi padre subirlo por esa montaña, que ahora entiendo que eran como unos 80 metros o mas de subida en zigzag, entre riscos, un caminito que pasaba por pequeñas grietas, donde anidaban murciélagos que al pasar salían de improviso, en esa parte deberías estar alerta para no perder el equilibrio y caer sin remedio.

Volviendo a la jornada de esa noche que prometía ser grandiosa, las olas daban su batalla, se alzaban  mas grandes que de costumbre y una tras otra reventaban contra las piedras, donde parado mi padre hacia su trabajo, su trabajo no era fácil pero en sus ojos brillaba una chispa de coraje y excitada emoción optimista, yo sentado detrás de el como a unos dos metros sobre una roca grande miraba el repetido movimiento de lanzar el sintético pececito y jalar haciendo movimientos  con su mano para que el inanimado pececito fuera simulada carnada de una hambrienta y gran curvina, y así después de llegar  y lanzar el señuelo por décima vez sintió en sus manos la fuerza de un pez grande, muy grande dijo el, al no usar caña, solo el pulso y su experiencia, allí es donde radica la estrategia del ¨curricaneo¨ jalar para acercar al pez y al ver que la fuerza del pez es tal, tendrás que soltar cuerda todo lo suficiente que sea necesario, para que el pez pueda de nuevo relajar la fuerza y no romper la cuerda, así entre darle cuerda y a traerlo hasta ti, se lleva una lucha de vida o muerte, muchos factores pueden estar a favor del pez, una corriente, una ola, una cueva para meterse, o simplemente el pescador tensando la cuerda puede romperse, o simplemente equipo inadecuado, o viejo puede hacer que el pez pueda seguir su vida sin ser un platillo sobre la mesa.
La lucha seguía yo veía que era efectivamente grande y mi padre sabia que el peso del pez no correspondía al de su cuerda así que prefirió bajarse de la roca para hacerle frente al salir…pero fue muy tarde el pez fue mas grande y fuerte y rompió la cuerda casi a un metro de su vista, logro ver su aleta y era grande, 18 kilos mas o menos.

El con un coraje y diciendo maldiciones se regreso mojado y obviamente con la adrenalina al tope, preparando de nuevo su nueva carnada, sabiendo de antemano que ese espécimen estaría hambriento y regresaría por mas, - esta será una gran noche -…dijo entre dientes, mientras se forjaba otra cuerda para intentarlo de nuevo, revisando la resistencia de la misma para que no pasara lo mismo, así que se dio la vuelta y se dirigió al horizonte con nuevos bríos y ganas de que el gran pez tomara de nuevo su carnada y lanzo lejos, muy lejos, el nuevo pez pintado con pintura rosa de las uñas robado de la cajita de cosméticos de mi madre, la verdad fue que esa noche fue mágica, la recuerdo como si hubiera sido la noche de anoche, las olas estaban enojadas, grandes y violentas, mi padre con una emoción que no podía ocultar, después del primer intento salió una curvina pequeña como de unos 6 kilos, era obvio que no era la anterior, la saco sin mucho entusiasmo, quería a la primera que había mostrado su fuerza y su poder, me aventó esta curvina que para mi era enorme, la puse en un lugar que hacia una lagunita natural y allí las cuidaba para que con los saltos no se me escapara, la cuidaba picándole los ojos o poniéndole un palo en el hocico para que lo mordiera, de repente lo escucho a lo lejos – ! esta si es ! – y corrí a tomar el palo garfio que era indispensable para subirla sin que se rompiera la cuerda, el estaba contento maldiciendo, de esas maldiciones que son solo de gusto, el combinaba muy bien las malas palabras, así que corría de un lugar a otro, sabia que era la misma, sentía el mismo peso en el pulso de sus manos, y yo veía que la cuerda se recorría rápido de un lugar a otro, hacia el fondo oscuro del mar y vi como en sus manos el guate que usaba para que la cuerda no le cortara la mano, ya había llegado a su carne y había cortado uno de sus dedos, el guate de cuero se llenaba de sangre y le dije…-Tienes sangre en la mano -, me dijo - Ya se -, pero sus ojos estaban fijos en la cuerda tensa que se perdía en las aguas profundas del mar, no se si le dolía la herida, pero a mi si me dolió, veía mucha sangre que corría por su brazo, como a unos 5 metros vi la cola del pez, si era grande, era la misma, muy grande en ese momento creí que era una ballenita, y venia directo a nosotros, el la vio y sintió otra dosis de una adrenalina, que le llenaba sus grandes ojos saltones y rojos, que eran muy característicos de el, parecía que le crecían mas los ojos, o se le saltaban, y otra maldición mas, en volumen aun mas alto, esta si llevaba coraje y frustración,…. -se encuevo-  grito, esto significaba que el pez aun, no pescado, podría quedarse allí una hora, dos, un día completo, antes de salirse del atolladero, sabia que estaba aun sujeto por la cuerda lo sentía, pero estaba atorado, la estrategia es esperar, esperar que se canse el pez, dejarlo que se rinda, o quizás morirse antes que salga de la cueva.
Mi padre sin dejar de tensar la cuerda me habla y me deja la cuerda entre los dedos y me dice.. tómala, no la sueltes nada- …pude sentir el movimiento del pez cada movimiento, cada coletazo y su desesperación por zafarse del anzuelo que lo lastimaba, lo sentía como si fueran las ultimas pulsadas de su desesperado corazón, después de encender un cigarrillo delicado, y sujetarse un trapo sobre su herida tomo la cuerda que ya empezaba a dar señales de querer salir del agujero, así que después de dar un movimiento salió y empezó de nuevo el jaloneo, que mejor dicho en el argot marino se dice ¨Curricanear¨ …darle cuerda al pez al sentirse tenso y jalarlo cuando el pez afloja, el curricaneo es una técnica, que después seria aplicado en otros menesteres de mi vida.
Después de unos minutos de curricanear el gran pez asoma su cabeza que para mi era enorme yo la esperaba con el garfio afilado y atinadamente puse el garfio justo en las agallas para darle menos tensión a las cuerdas y no se reventara, lo saque como ya sabia y vimos salir un pez, ahora pescado, vigoroso y nervioso daba coletazos fuertes, y con destreza mi padre lo sujetaba para subirlo y yo sin soltar el garfio lo levantamos, era enorme y de color grisáceo brillante, grande como casi metro y medio, pesado y con un gran hocico que parecía molesto, mi padre busco otras heridas que no fueran recientes para saber si era el mismo que le había robado el primer curricán y no encontró rastros de ser el mismo, así que se dio a la tarea de prepararse de nuevo para ir a la batalla, sabia que el otro seguía por allí en algún lugar del mar merodeando.

Después de treinta minutos de lanzar su currican no tubo rastros de vida, y las olas estaban cada vez mas altas, y mas bravas, así que allí juntos, mi padre y yo soportábamos las furiosas olas que parecían entender que le robaban la vida en cada una de sus especies marinas que mi padre pescaba, y la marea seguía subiendo y el ruido de las olas era cada vez mas estruendosa con el impacto de los riscos, además oscurecía y nos faltaba la subida de la montaña rocosa con dos pescados grandes y pesados, después de llegar a la cima, estaba un especie de mirador para los enamorados que entre el sonido del mar, la luna plateada de frente pintando el océano abierto, y el sonido de los besos, algunos enamorados y otros mirones y turistas seguían nuestros pasos, además de la puesta de sol y luna, vieron la tarea diaria de un padre e hijo buscando el sustento de cada día abajo en las filosas rocas, llegando al tope con las dos curvinas, la primera muerta y la segunda aun aleteando, pudimos recibir una gran ovación de aplausos, que de seguro habían seguido cada uno de nuestra hazaña desde sacarlas y subirlas por la montaña, no se por cual de las dos hazañas nos aplaudieron mas, la de pescarlos o escalar las montaña, pero bueno, fue gratificante, incluso algunos gringos o canadienses sepa la bola que son iguales para mi, se tomaron fotos con nosotros y los trofeos, mi padre vendió el fruto del mar a muy buen precio y yo aprendí el arte de curricaneo, donde solo daría cuerda cuando el amor lo demandara.